Please ensure Javascript is enabled for purposes of website accessibility Saltar al contenido principal

Día Mundial del Alzheimer

"Hola abuelo", dije mientras entraba en la sala estéril, pero extrañamente reconfortante, del centro de enfermería. Allí estaba sentado, el hombre que siempre había sido una figura destacada en mi vida, a quien con orgullo llamaba abuelo y bisabuelo de mi hijo de un año. Parecía gentil y sereno, sentado en el borde de su cama de hospital. Collette, mi abuela, se había asegurado de que luciera lo mejor posible, pero su mirada parecía distante, perdida en un mundo fuera de nuestro alcance. Con mi hijo a cuestas, me acerqué cautelosamente, sin estar seguro de cómo se desarrollaría esta interacción.

A medida que pasaban los minutos, me encontré sentada junto al abuelo, entablando una conversación unilateral sobre su habitación y la película del oeste en blanco y negro que se proyectaba en la televisión. Aunque sus respuestas fueron escasas, sentí una sensación de consuelo en su presencia. Después de ese saludo inicial, abandoné los títulos formales y me dirigí a él por su nombre. Ya no me reconocía como su nieta ni a mi madre como su hija. El Alzheimer, en su última etapa, le había robado cruelmente esas conexiones. A pesar de esto, todo lo que anhelaba era pasar tiempo con él, ser quien él percibiera que yo era.

Sin saberlo, esta visita marcó la última vez que vería al abuelo antes del centro de cuidados paliativos. Cuatro meses después, una trágica caída le provocó fracturas y nunca regresó con nosotros. El centro de cuidados paliativos brindó consuelo no solo al abuelo, sino también a Collette, mi mamá y sus hermanos durante esos últimos días. Mientras hacía su transición de esta vida, no pude evitar sentir que ya se había ido alejando gradualmente de nuestro reino durante los últimos años.

El abuelo había sido una figura destacada en Colorado, un ex representante estatal estimado, un abogado prestigioso y presidente de numerosas instituciones. En mi juventud, él cobraba gran importancia, mientras que yo todavía intentaba transitar la edad adulta sin muchas aspiraciones de estatus o estima. Nuestros encuentros eran poco frecuentes, pero cuando tenía la oportunidad de estar cerca de él, quería aprovechar la oportunidad para conocer mejor al abuelo.

En medio de la progresión del Alzheimer, algo cambió dentro del abuelo. El hombre conocido por su mente brillante comenzó a revelar un lado que había mantenido oculto: la calidez de su corazón. Las visitas semanales de mi madre fomentaron conversaciones tiernas, amorosas y significativas, incluso cuando su lucidez disminuyó y, finalmente, dejó de hablar. Su conexión con Collette se mantuvo intacta, como se desprende de las garantías que buscó de ella durante mi última visita al centro de enfermería.

Han pasado meses desde el fallecimiento del abuelo y me encuentro reflexionando sobre una pregunta inquietante: ¿cómo podemos lograr hazañas notables como enviar personas a la luna y, sin embargo, todavía enfrentamos la angustia de enfermedades como el Alzheimer? ¿Por qué una mente tan brillante tuvo que abandonar este mundo a través de una enfermedad neurológica degenerativa? Aunque un nuevo fármaco ofrece esperanzas para el Alzheimer de aparición temprana, la ausencia de una cura deja a personas como el abuelo soportando la pérdida gradual de sí mismos y de su mundo.

En este Día Mundial del Alzheimer, les insto a ir más allá de la mera conciencia y contemplar la importancia de un mundo sin esta desgarradora enfermedad. ¿Ha sido testigo del lento borrado de los recuerdos, la personalidad y la esencia de un ser querido debido al Alzheimer? Imagine un mundo en el que las familias se ahorren la agonía de ver cómo sus seres queridos se desvanecen. Imagine una sociedad donde mentes brillantes como la del abuelo puedan continuar compartiendo su sabiduría y experiencias, libres de las limitaciones de los trastornos neurodegenerativos.

Considere el profundo impacto de preservar la esencia de nuestras amadas relaciones: experimentar la alegría de su presencia, sin la carga de la sombra del Alzheimer. Este mes, seamos agentes de cambio, apoyando la investigación, abogando por una mayor financiación y creando conciencia sobre el costo del Alzheimer en familias e individuos.

Juntos, podemos trabajar hacia un futuro en el que el Alzheimer quede relegado a la historia y los recuerdos de nuestros seres queridos permanezcan vívidos y sus mentes siempre brillantes. Juntos, podemos traer esperanza y progreso y, en última instancia, transformar las vidas de millones de personas para las generaciones venideras. Imaginemos un mundo donde los recuerdos perduren y el Alzheimer se convierta en un enemigo distante y derrotado, asegurando un legado de amor y comprensión.