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Pequeños maestros, grandes lecciones: lo que los pequeños pueden enseñarnos sobre la gratitud

En el torbellino de la vida adulta, la gratitud a menudo pasa a un segundo plano. En los últimos años, he descubierto que mis hijos se han convertido en mis maestros más excepcionales cuando se trata de comprender la profundidad de todo aquello por lo que tenemos que estar agradecidos. En un mundo que a veces se siente abrumadoramente pesado, en el que prevalecen el odio, la violencia y la intolerancia, reconectarse con la gratitud ha sido un verdadero salvavidas. Aunque normalmente soy el guía e instructor, mis hijos se han convertido en mis mentores más sabios con su inocencia y pureza. Así es como mis hijos me enseñan sobre la gratitud:

  1. Abrazando el momento presente

Los niños tienen un talento notable para sumergirse en el presente. Su asombro ante los sucesos cotidianos, como el vuelo de una mariposa o la sensación de las gotas de lluvia en la piel, les recuerda a los adultos la belleza del aquí y ahora. En nuestras vidas aceleradas, a menudo pasamos estos momentos rápidamente, pero los niños nos enseñan que los tesoros más preciados de la vida suceden ante nuestros ojos, instándonos a saborearlos con gratitud.

  1. Encontrar la alegría en la simplicidad

Los niños nos muestran que la alegría se puede encontrar en las cosas más simples: un garabato, un juego de escondite o un cuento compartido antes de dormir. Demuestran que la verdadera felicidad se logra apreciando los placeres sencillos de la vida.

  1. Expresar agradecimiento sin filtros

Los niños son refrescantemente honestos acerca de sus sentimientos. Cuando están felices, ríen con abandono y cuando están agradecidos, lo expresan abiertamente. Como adultos, a menudo reprimimos nuestras emociones por temor a la vulnerabilidad. Los niños nos recuerdan que expresar gratitud de manera abierta y auténtica fortalece las conexiones con los demás y llena nuestras vidas de calidez y amor.

  1. Aprendiendo de su curiosidad

Los niños son perpetuamente curiosos, siempre preguntan “por qué” y buscan comprender el mundo que los rodea. Esta curiosidad inspira a los adultos a ver la vida con ojos nuevos, apreciar la maravilla de los fenómenos cotidianos e indagar y aprender como si estuviéramos experimentando el mundo por primera vez.

  1. Amor incondicional y aceptación

Los niños poseen una capacidad innata de amar y aceptar incondicionalmente. Aman sin juicios, etiquetas ni condiciones. Su amor es una forma pura de gratitud por las personas en sus vidas, enseñando a los adultos el valor de amar y aceptar a los demás tal como son.

Como familia, celebramos la gratitud cada noviembre con nuestra tradición única del pavo de gratitud. Todas las mañanas, durante el desayuno, les preguntamos a nuestros hijos por qué están agradecidos y lo escribimos en una pluma de cartulina, que luego pegamos con orgullo en un cuerpo de pavo hecho con bolsas de papel. Es reconfortante ver cómo se van llenando las plumas a lo largo del mes. Esta tradición, que ocurre justo antes de la temporada navideña, incluidos los cumpleaños, cambia nuestro enfoque hacia todas las cosas no materiales por las que estar agradecidos. Saboreamos los malvaviscos extra en Lucky Charms, los abrazos intercambiados con los hermanos y el consuelo de una manta suave en una mañana fría.

Usted puede encontrar más inspiración para prácticas de gratitud tenga o no niños en su hogar. Independientemente de sus circunstancias, esta es una práctica de la que todos podemos beneficiarnos.

Los niños ofrecen un contrapeso tranquilo en un mundo que a menudo exige más, más rápido y mejor. Nos recuerdan que la esencia de la gratitud no reside en lo que poseemos, sino en cómo percibimos y apreciamos el mundo que nos rodea. Al prestarles atención y aprender de su sabiduría simple pero profunda, los adultos pueden reavivar su propio sentido de gratitud, lo que los llevará a una vida más plena y enriquecida. No subestimemos la profunda sabiduría de los más pequeños; pueden ser los mentores de gratitud más influyentes que nunca supimos que teníamos.